Leonidas Irarrázaval

El alcalde de Zalamea y otros

Hace algún tiempo volví a ver, en Madrid unos de los grandes clásicos españoles, “El Alcalde de Zalamea” de Calderón de la Barca. Allí se reúnen al final de la obra, los juicios positivos de la autoridad y del pueblo, sobre la figura central del alcalde de la villa que había pasado por circunstancias muy difíciles.

Por: Leonidas Irarrázaval | Publicado: Martes 18 de octubre de 2011 a las 05:00 hrs.
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Leonidas Irarrázaval

Leonidas Irarrázaval

Hace algún tiempo volví a ver, en Madrid unos de los grandes clásicos españoles, “El Alcalde de Zalamea” de Calderón de la Barca. Allí se reúnen al final de la obra, los juicios positivos de la autoridad y del pueblo, sobre la figura central del alcalde de la villa que había pasado por circunstancias muy difíciles.

Como siempre sucede, una obra de teatro clásica, bien hablada y extraordinariamente bien actuada, produce en el espectador una impresión muy fuerte. Entre otros motivos, porque gracias al milagro del buen teatro, los problemas de hace siglos nos parecen totalmente actuales.

Soy abogado pero de alcaldes se muy poco. En Francia aprendí que para ser presidente de la Republica, hay que ser alcalde de alguna parte aunque sea de un pueblo pequeño. A los franceses les parece indispensable ese contacto directo entre la autoridad y sus electores que no lo dan ni los Parlamentos ni los ministerios.

En Chile, se recuerda a don Manuel José Irarrázaval por su “Ley de la Comuna Autónoma”. Por eso es que hasta en los poblados más pequeños hay una avenida Irarrázaval, sin que el peatón que pasa por allí sepa mucho a qué se debe y quién era Don Manuel José, hombre ilustre, pero que no fue ni presidente de la Republica ni otra autoridad relevante del país. Pero le dio fuerza a las comunas, base de la administración pública.

Conozco sólo a cuatro alcaldes. La alcaldesa de Viña a quien llaman la “Tía Coty”. El Festival de la canción la ha hecho famosa. Yo sólo la recuerdo cada vez que me doy un tropezón en las sufridas aceras de su ciudad.

Mi semana laboral transcurre en viajes entre Providencia y Pirque pasando por Puente Alto. Pirque siempre ha sido bonito. El alcalde Cristián Balmaceda ha continuado una buena labor que viene de años atrás.

Recuerdo a Puente Alto como la ciudad más fea y deprimente de Chile. Era un sitio absolutamente dejado de la mano de Dios. El peligro de asaltos, amenazas e insultos eran tantos diurnos como nocturnos. Gracias a su alcalde Manuel José Ossandón Puente Alto se ha vuelto grato, prospero, cuidado, donde da gusto caminar sin peligro. Continúa con alto índice de delincuencia, pero cabe recordar que es la comuna con más habitantes de Chile, después de Santiago y con pocos policías en relación con el número de pobladores.

Vivo algunos días de la semana en Providencia. “Ya es un barrio pasado de moda”, lo que no ocurre en las grandes ciudades del mundo pero es grato, bien cuidado una antorcha cultural de Santiago. Está lleno de agrados y cercana al centro y al resto de la ciudad.

Tenemos un espléndido alcalde, Cristián Labbé, quien se ha atrevido a ser valiente desde siempre. Son muy poco los políticos que osan ser auténticos y que no mienten para ser populares. Ojalá triunfe en sus postulados para defender a nuestra comuna. Es lo que quiere una mayoría muy grande de Providencia, pero demasiado silenciosa.

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